Cuando se producen desastres climáticos, las familias latinas suelen ser de las primeras en perderlo todo: casas, trabajos e incluso su conexión con la tierra que aman. La quema de combustibles fósiles está acelerando el cambio climático provocado por el hombre, intensificando los fenómenos meteorológicos extremos y alterando la tierra en la que vivimos. A medida que se agravan los efectos del cambio climático, más personas se ven obligadas a desplazarse, de forma permanente o temporal, como forma de adaptación. Las comunidades latinas e inmigrantes son especialmente vulnerables, ya que se enfrentan a una mayor exposición a los peligros medioambientales y se les niegan los recursos necesarios para recuperarse y reconstruir. Las comunidades están perdiendo no sólo sus hogares, sino también su conexión con la Madre Tierra. Sus historias deben centrarse y elevarse, recordándonos que proteger el planeta significa proteger a su gente más vulnerable. 

Como organizaciones de justicia ambiental y de salud, creemos que es esencial cambiar la forma en que la sociedad y los legisladores ven la migración provocada por el clima, basando la conversación en la justicia, la compasión y la dignidad. En este Mes de la Tierra, reafirmamos nuestro compromiso con la protección de la Madre Tierra y de las comunidades que la cuidan, que merecen vivir, prosperar y permanecer con sus raíces en los lugares a los que llaman hogar.  

Para muchas comunidades latinas, el cambio climático ya es una realidad. Catástrofes como incendios forestales, inundaciones y tormentas están haciendo inhabitables los hogares, obligando a las familias a huir en busca de condiciones de vida más seguras. El cambio climático amplifica los retos políticos, sociales y económicos existentes, poniendo en mayor riesgo a las poblaciones vulnerables.  

A pesar de la abrumadora evidencia de que el cambio climático impulsa la migración, las narrativas dominantes a menudo pasan por alto el devastador precio de los desastres climáticos tanto en el planeta como en su gente, así como las vulnerabilidades y capacidades desiguales de las comunidades para adaptarse. Para quienes no pueden construir viviendas resistentes al clima y permanecer en sus tierras, la reubicación se hace necesaria para sobrevivir. Los conceptos de “derecho a quedarse” y “derecho a marcharse” son fundamentales para la National Partnership for New Americans (NPNA), que está organizando una poderosa coalición de portavoces de los desplazados climáticos para cambiar la conversación y situarla como una cuestión de derechos humanos, autodeterminación, seguridad y dignidad.  

Excluir estas realidades del discurso público no sólo ignora la verdad, sino que refuerza estereotipos dañinos y políticas excluyentes. Contrariamente a la creencia popular, la mayor parte de la migración inducida por el cambio climático y las catástrofes se produce dentro de las fronteras del país de origen y suele ser temporal. Sólo en Estados Unidos, 21,5 millones de personas fueron desplazadas internamente en 2023. Los recientes huracanes e incendios forestales han puesto de relieve la urgencia de esta cuestión. 

La migración climática afecta profundamente al bienestar de los niños y las familias. La migración no es sólo un traslado físico: es la pérdida de seguridad, estabilidad y pertenencia. Muchas personas mantienen estrechos lazos emocionales, físicos, espirituales, económicos y comunitarios con su tierra natal, y dejarla puede ser fuente de dolor y trastornos duraderos. Para los niños, el trauma del desplazamiento climático puede tener consecuencias para la salud de por vida, lo que hace más crítica la integración de la justicia sanitaria en las políticas de adaptación climática y migración.   

Esta crisis humanitaria requiere soluciones basadas en la verdad y en la justicia. Debemos amplificar las voces y las experiencias vividas por los inmigrantes desplazados por el cambio climático, fomentando un diálogo más centrado en el ser humano y basado en la justicia, la equidad y la solidaridad. Este cambio ayuda a replantear la percepción pública y fortalece el movimiento por la justicia climática, reconociendo el vínculo inquebrantable entre la salud de la Madre Tierra y las personas que dependen de ella. 

Al celebrar el Mes de la Tierra, recordemos que proteger nuestro planeta significa proteger las vidas de los más vulnerables a su destrucción. Reformulando la narrativa e invirtiendo en infraestructuras y sistemas resilientes, podemos construir un futuro más fuerte para todos. A través de nuestro poder colectivo, podemos garantizar que todas las comunidades, especialmente las que están en primera línea, estén protegidas de los peores impactos del cambio climático, creando un futuro sostenible, justo y resiliente para las futuras generaciones. En GreenLatinos y EcoMadres, estamos unidos en nuestro compromiso de garantizar que las comunidades latinas no se queden atrás en la lucha por la liberación del medio ambiente.